- Centenares de estudiantes, profesores y familias participaron en el stand del ICMS durante la 23ª Edición de la Feria de la Ciencia
- Más de 40 investigadores formaron parte del equipo del ICMS que impartieron los distintos talleres divulgativos
- Las investigadoras Ana Castro y Esther Robles ofrecieron una microcharla en el ciclo titulado ‘Asómate a la Ciencia’
Parece que la ciencia es solo cuestión de números, pero un grupo de investigadores del Instituto de Ciencia de Materiales de Sevilla (ICMS) -un centro de investigación mixto de la Universidad de Sevilla y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas- demostró que la magia de un buen Pasapalabra sobre los materiales que nos rodean puede enseñar y crear mundos para personas de todas las edades y profesiones.
Así lo mostraron más de 40 investigadores del ICMS durante la Feria de la Ciencia a todos los participantes que vivieron grandes momentos, incluso algunos, inesperados. Así ocurrió con un grupo de estudiantes de Córdoba, que tras lograr completar el rosco del Pasapalabra, y recibir como premio una preciada libreta y bolígrafo del Centro de Investigaciones Científicas Isla de la Cartuja (CicCartuja), recompensaron al investigador con un bol gigante de palomitas.
Esta era solo una de las cinco actividades de las que decenas de estudiantes, profesorado, padres y madres disfrutaron entre el 22 y el 24 de abril en el Palacio de Congresos y Exposiciones de Sevilla donde se celebraba la 23ª Edición de la Feria de la Ciencia. Además, el ICMS volvió a sorprender a los asistentes del ciclo ‘Asómate a la Ciencia’ gracias a las intervenciones de Ana Castro y Esther Robles que compartieron con el alumnado la microcharla titulada El poder de los materiales y la química: almacenando energía y limpiando el aire.
Pero aquello fue apenas el comienzo de los muchos desafíos que el ICMS tenía reservados. El primer reto, titulado “¿Por qué brillan las cosas?”, introdujo uno de los materiales más fascinantes: los compuestos luminiscentes. Estos materiales, presentes en objetos tan cotidianos como pantallas de televisión, abrieron la puerta a un universo de la ciencia que muchos apenas comenzaban a descubrir.
Laura y María, dos estudiantes de un instituto sevillano, quedaron impresionadas al comprobar que la luz ultravioleta también está presente de forma natural en más lugares de los que imaginaban. Fue Lucía, investigadora del ICMS, quien les explicó cómo incluso productos comunes como la tónica o el aceite de oliva contienen moléculas orgánicas que pueden llegar a ser luminiscentes. Un descubrimiento que, sin duda, iluminó algo más que los objetos.
Pero lo más gracioso llegó con el stand del cuarto estado de la materia: el plasma. A través de una hipnótica esfera de plasma, un investigador explicó a un grupo de estudiantes de secundaria por qué este estado contiene más energía que los tres clásicos (sólido, líquido y gaseoso), utilizando como ejemplo los rayos.
Fue una lección que no quedó solo en la teoría. Las alumnas no tardaron en experimentar en carne propia lo que significa interactuar con el plasma. Una de ellas, al tocar la esfera mientras sostenía la mano de una compañera, recibió un pequeño chispazo que provocó sustos y risas. El fenómeno no era magia, sino ciencia, ya que el cuerpo humano conduce electricidad. Pero la sorpresa aumentó cuando introdujeron un objeto metálico en la ecuación. Entonces, un fino hilo de electricidad se hizo visible fuera de la esfera, como si la ciencia, por un instante, hubiera decidido hacer su propio truco de magia.
La cosa no quedó ahí. Llegaron los tubos fluorescentes o lo que es lo mismo, los tubos de las luces que se encuentran en el techo de muchos lugares como hospitales o como bien dijo una de las estudiantes: “lo del instituto”. Estos, no solo generan luz, sino que además tienen un plasma dentro. Así que la verdadera sorpresa llegó cuando los colocaron cerca de la esfera y, al entrar en contacto con el cuerpo humano, comenzaron a encenderse. Las caras de asombro entre los visitantes hablaban por sí solas. Era como si, de repente, sus propios cuerpos fueran el interruptor de las aulas.
Y por si eso fuera poco, el investigador tenía guardado un truco final, y es que como la piel conduce la electricidad, esta tiene la capacidad de elegir que se enciende y que no, por lo que al tocar el tubo fluorescente por la mitad, la otra quedaba completamente sin luz, como si la ciencia ofreciera a los estudiantes realizar su propio truco de magia.
Descontaminar agua con colorantes
El siguiente stand no se quedó atrás en cuanto a impacto y curiosidad. Esta vez, el protagonismo fue para los más pequeños: un grupo de niños de primaria que, atentos y participativos, aprendieron cómo se puede simular la descontaminación del agua teñida con colorantes. Los investigadores centraron su explicación en uno de los grandes problemas ambientales actuales, como son los residuos de la industria textil, particularmente los químicos utilizados para dar color a los vaqueros. Ese mismo compuesto fue el elegido para el experimento, haciendo que un problema global se viera mostrado en un vaso de laboratorio.
Finalmente, uno de los stands más veraniegos fue, sin duda, el titulado “Elabora tu propia crema solar”. Más allá de lo llamativo del experimento, fue la claridad con la que los investigadores explicaron conceptos tan complejos.
Dos participantes aprendieron que los rayos infrarrojos son los responsables del calor que sentimos, los visibles nos permiten distinguir formas y colores, y los ultravioleta son los que nos queman en la playa. Dentro de estos últimos, existen otros tres tipos. Uno de ellos no llega gracias a la capa de ozono, pero los otros dos sí logran atravesar poniendo en riesgo nuestra salud.
A partir de ahí, la experiencia se volvió aún más práctica. Las participantes comenzaron a analizar los dos tipos de cremas solares, las que no actúan con rapidez y las que sí son directas, siendo las segundas las que te dejan la piel más blanca. De esta forma, mediante nanomateri ales y una crema hidratante normal, les hicieron a las dos mujeres mezclarlas y crear dicha crema solar.
De esta manera, las participantes pusieron en un papel con tres círculos su mezcla en el tercer círculo y en el segundo una crema hidratante normal sin protección. La sorpresa fue inmediata: al colocar el papel bajo una lámpara de luz ultravioleta, el círculo tratado con la crema solar quedó completamente oscuro, absorbiendo toda la luz ultravioleta. De esa forma, ciencia y autocuidado se unieron en una experiencia práctica que, además de educativa, resultó útil para el día a día.
En cada rincón de cada stand, la ciencia se volvió conocimiento. Desde la luz que emiten los objetos cotidianos hasta el poder del plasma o la creación de una crema solar casera, los visitantes no solo aprendieron, sino que también rieron, se sorprendieron y, sobre todo, participaron. Porque en el ICMS, la ciencia no se observa desde lejos, se toca.